domingo, 17 de marzo de 2024

Un fondo de cohesión para México

 

La política de cohesión está en el centro del proyecto unificador de Europa. Supone no dejar a nadie atrás, promover condiciones para el desarrollo sustentable y sostenido de todos los países miembros, y de sus regiones dentro de ellos, con énfasis en los países y regiones más rezagados, a fin de fortalecer el orgullo y sentido de pertenencia a la Unión Europea (UE). En los últimos 34 años (1989-2023), se han invertido 30.5 mil millones de euros en promedio anual para apoyar la política de cohesión en la UE. Y para el ejercicio correspondiente al periodo 2021-2027, se han presupuestado 56.5 mil millones de euros en promedio anual con el mismo propósito.

 

Tal como se afirma en el informe del grupo de expertos que ha examinado el futuro de la política de cohesión[1], se trata de la política de desarrollo territorial más amplia y exitosa del mundo, y la de mayor presupuesto destinado a reducir las disparidades en el desarrollo entre regiones. La política de cohesión ha permitido el crecimiento en el número de países miembros de la Unión Europea sin mayores sobresaltos, ya que ha sido una herramienta eficaz para elevar el crecimiento económico de los nuevos miembros, a tasas muy superiores a las que cada uno por su cuenta hubiera podido obtener.

 

Algunos ejemplos aparecen en el cuadro 1 siguiente. La medición que ha utilizado la UE para determinar cuáles países están rezagados, se refiere al porcentaje que el PIB per cápita de cada país representa del PIB per cápita de la UE. Si un país se encuentra en un nivel inferior al 75% del PIB per cápita promedio de la UE, entonces es elegible para recibir recursos de un conjunto de programas e instrumentos que son parte de la política de cohesión europea. En 2020, 13 países miembros de la UE registraban un PIB per cápita inferior al 75% del PIB per cápita promedio de la UE. En el cuadro aparecen nueve de ellos, que ingresaron a la UE entre 2004 y 2007, y que recibieron inversiones anuales muy significativas entre 2010 y 2020, equivalentes a entre el 3.5% del PIB de Bulgaria y el 1.1% de Eslovenia, cada año. Estas inversiones indujeron un crecimiento en el PIB de los países apoyados del orden de un 6.6% (de Letonia, Estonia y República Checa) a un 1.7% (de Eslovenia) cada año, dependiendo del efecto multiplicador que tuvieron dichas inversiones en cada país[2]. Se aprecia que a mayor rezago corresponde un nivel de inversión mayor, como proporción del PIB de cada país, lo cual es consistente con el propósito de ayudar a cerrar la brecha que existe entre los países más rezagados y los de mayor desarrollo relativo. Algunos casos de gran éxito han sido Lituania, Estonia y Letonia.

 

Cuadro 1

Fondos Estructurales y de Cohesión en la Unión Europea, 2010-2020

Países miembros de la Unión Europea

% del PIB per cápita promedio de la Unión Europea

Dif 2020-2010 en puntos porcentuales

Fondos estructurales y de cohesión recibidos como % del PIB  (2010 a 2020)

Incremento en el PIB inducido por fondos estructurales y de cohesión recibidos (2010 a 2020)

Multiplicador de la inversión

2010

2020

Bulgaria

21.5%

26.0%

4%

35.34%

44.03%

1.25

Rumania

26.1%

34.9%

9%

nd

nd

 

Croacia

39.9%

41.0%

1%

nd

nd

 

Hungría

38.7%

46.2%

8%

24.17%

42.10%

1.74

Polonia

37.2%

47.1%

10%

25.21%

44.64%

1.77

Letonia (Latvia)

37.3%

50.0%

13%

28.46%

66.37%

2.33

Lituania

38.0%

55.0%

17%

23.14%

65.14%

2.82

República Eslovaca

49.5%

55.7%

6%

22.11%

46.29%

2.09

Grecia

73.9%

56.3%

-18%

nd

nd

 

República Checa

56.6%

61.2%

5%

19.45%

65.89%

3.39

Estonia

50.0%

63.7%

14%

21.27%

66.12%

3.11

Portugal

67.4%

64.2%

-3%

nd

nd

 

Eslovenia

70.6%

73.9%

3%

11.36%

17.19%

1.51

FUENTES: Elaboración propia con base en datos de Indicadores del Desarrollo Mundial, Banco Mundial, octubre 2021, y Analysis of the Impact of Cohesion Policy, John Bradley, et al, 2007.

 

Forman parte de la política de cohesión diversas herramientas e instrumentos que se han desarrollado en los últimos 30 años para atender los énfasis de cada etapa histórica de la UE, y que fueron pioneros en su momento: los fondos estructurales, las estrategias de especialización inteligente, los programas de desarrollo local conducidos por la comunidad, las inversiones territoriales integradas, y el fondo para la transición justa. Pero es en la combinación ordenada y coherente de ellos donde radica la mayor eficacia de la política de cohesión.

 

El financiamiento de la política de cohesión se hace con el presupuesto propio de la UE, que a su vez se integra por varias fuentes: aportaciones de los países miembros en función de su PIB, impuesto ad valorem a las importaciones provenientes de fuera de la UE, proporción del IVA recaudado por los países miembros, el impuesto de ajuste en frontera por las emisiones de carbono de los productos importados, y algunos otros ingresos menores (como multas por infracciones a las normas de la UE). En conjunto, el presupuesto de la UE representa del orden de un 1% del PIB sumado de los países miembros. Alrededor del 30% se destina a la política de cohesión.

 

Las numerosas lecciones aprendidas por la UE en los más de 30 años de aplicar programas e instrumentos dentro de su política de cohesión son de enorme valía para los países que en otras latitudes se propongan hacer algo semejante. Entre ellas, cabe mencionar las siguientes:

 

·       No hay soluciones “uni-talla” (one-size-fits-all), sino que cada ámbito territorial tiene sus particularidades, y el planteamiento de desarrollo debe basarse en ellas, con intervención directa de las partes interesadas (stakeholders), y una visión holística y de futuro.

 

·       La certeza de que se dispondrá de fondos para impulsar estrategias de desarrollo multisectoriales y multianuales, permite planear a largo plazo y promover la concurrencia coordinada de inversiones adicionales públicas y privadas.

 

·       Los conceptos de inversión se han concentrado en infraestructura, desarrollo institucional, desarrollo de capacidades e innovación, y de forma creciente, en proyectos productivos específicos, que aprovechan los activos y fortalezas locales.

 

·       Los sujetos de apoyo son actores públicos y privados que presentan proyectos que cumplen con criterios de elegibilidad y son elaborados y evaluados conforme a reglas de operación explícitas[3]. En su ejecución, los proyectos deben observar “condicionalidades” que buscan asegurar el logro de los objetivos planteados, entre otras, aceptar un monitoreo sistemático.

 

·       La gobernanza que funciona para instrumentar la política de cohesión es multinivel (UE, país, región), donde cada instancia tiene un papel definido, con procesos transparentes de toma de decisiones y rendición de cuentas, en los que participan actores privados y de la sociedad civil.

 

·       El enfoque territorial es propicio para la integración de programas e instrumentos diversos a fin de alcanzar objetivos compartidos, evitando que las visiones sectoriales dispersas generen acciones desconectadas poco efectivas, e incluso contradictorias.

 

·       El ámbito territorial de intervención se refiere a la región rezagada y al ecosistema territorial en que está inserta, así como al ecosistema que debe desarrollarse para asegurar la vinculación con redes de conocimiento e innovación, y con cadenas globales de valor (CGV).

 

·       La instrumentación de varios proyectos simultáneos sobre un territorio se facilita con la elaboración inicial de un marco estratégico y con el establecimiento de agencias locales que actúen como gestores y catalizadores del proceso.

 

Una política de cohesión semejante a la de la UE podría diseñarse y aplicarse en el caso de México como una palanca robusta para potenciar el crecimiento económico con motores internos e impulsar un desarrollo regional más equilibrado a lo largo y ancho del país, con énfasis en las zonas más rezagadas.

 

El momento es propicio. En unos meses iniciará un nuevo gobierno federal y se encontrará con que desaparecieron prácticamente todos los programas públicos de apoyo a las actividades productivas que existían hace seis años. Y se abre, por tanto, la oportunidad de rediseñar la estrategia de apoyo al crecimiento económico sobre nuevas bases. No se trata, desde luego, simplemente de restaurar los programas que existían antes, que tenían sus propios defectos.

 

Antes del gobierno federal actual, proliferaban programas sectoriales con objetivos parciales y limitados, que tenían fondos reducidos e inciertos en cuanto a su permanencia, con reglas distintas, a cargo de diversas dependencias y entidades públicas, de dudosa eficacia y con una operación muchas veces clientelar, no exenta de corrupción.

 

Así, por ejemplo, antes había apoyos selectivos al campo que subsidiaban parcialmente la compra de un tractor, pero no era posible integrar un paquete de apoyos que permitieran desarrollar unidades de riego del orden de 100 hectáreas, que incluyera el pozo, la infraestructura de riego presurizado, la infraestructura de almacenamiento, la asistencia técnica para la organización de productores y la introducción de un segundo cultivo anual (maíz y sorgo). No había manera de combinar programas distintos con reglas diferentes. Si se trataba de capitalizar una empresa rural, no había modo de combinar recursos de FONAES, que coordinaba la Secretaría de Economía, con fondos de FOCIR, a cargo de la Secretaría de Hacienda. O, en el caso del sector pesquero, había apoyo para subsidiar parcialmente la compra de un motor fuera de borda, pero no para proyectos de maricultura/acuacultura de cierta escala que generaran una opción a los pescadores ribereños y redujeran la sobreexplotación en la captura. O, en el caso de ejidos y comunidades forestales con superficies de 50 mil hectáreas o más (como hay muchos en el Sur y Sureste del país), que no podían hacer una planeación adecuada del aprovechamiento del bosque porque CONAFOR sólo apoyaba estudios dasonómicos de un máximo de 5 mil hectáreas por año, y como sólo se autorizaba cortar en las superficies con estudio, que no generaban suficiente ingreso para el ejido, esta limitación se tradujo en la práctica en la tala ilegal del resto de la superficie.

 

Los fondos disponibles eran “curitas” que daban apoyos pequeños atomizados, pero no estaban diseñados para inducir cambios cualitativos más amplios.

 

La oportunidad hoy es optar por un mecanismo que cuente con recursos anuales suficientes y ciertos para apoyar proyectos productivos públicos, privados y sociales, con un enfoque regional integral de largo plazo, en el que tenga un papel central la comunidad local, sus activos y fortalezas, y se orienten a generar condiciones para un desarrollo sustentable y sostenido de los territorios intervenidos.

 

A fin de darle la fortaleza necesaria, el “Fondo Mexicano de Cohesión” (FMC) tendría como fundamento una ley propia de creación, para asegurar sus fuentes de financiamiento interno y estar abierto a recibir recursos concesionales del exterior (por ejemplo, para proyectos “verdes”); para formalizar su estructura administrativa, y establecer con toda claridad su objetivo de impulsar el desarrollo sustentable y sostenible en las diferentes regiones del país, con énfasis en las más rezagadas.

 

Es imprescindible que los recursos que capte el FMC sean nuevos y no dependan de decisiones administrativas de múltiples dependencias y entidades. También es necesario que los recursos anuales, sus recuperaciones, y los recursos del exterior que pudieran obtenerse formen parte de un patrimonio creciente del FMC y que no se tengan que regresar a la SHCP si no se gastan en su totalidad en cada ejercicio anual. Para ello, la figura del fideicomiso es idónea, y podría establecerse en la banca de desarrollo.

 

Una primera revisión de las fuentes potenciales de recursos para el FMC llevó a la identificación de tres instrumentos de corto plazo y uno de mediano plazo, que podrían generar una bolsa anual del orden de 1% del PIB nacional (véase el Cuadro 2).[4] La estimación se hizo al inicio de 2022, con datos de 2019 y 2020. Entonces, un punto porcentual del PIB nacional equivalía a poco más de 200 mil millones de pesos.

 

Cuadro 2

Fuentes potenciales de financiamiento para el Fondo Mexicano de Cohesión

Origen

Aplicación

Alcance

Observaciones

Plazo

Impuesto ad valorem a todas las importaciones de bienes

1%

Generaría del orden de 90 mil millones de pesos (con base en valor de importaciones 2019)

El artículo 131 Constitucional faculta a la Federación para gravar las importaciones del país. Podría requerir negociación por T-MEC y otros tratados internacionales.

Corto plazo

Impuesto al carbono

Un peso por litro de gasolinas y diesel consumido por el autotransporte nacional

Generaría del orden de 59 mil millones de pesos (con base en consumo de 2019), lo cual equivale a 21 USD/Ton de CO2 equivalente

De fácil aplicación administrativa. No incluye turbosina. Impuestos semejantes se discuten en el Congreso de EU. Propuestas van de 20 a 300 USD/Ton de CO2 a lo largo de los próximos 30 años.

Corto plazo

Impuesto al valor agregado

Un punto porcentual adicional al impuesto federal actual (no incluye lo que no se grava hoy)

Generaría del orden de 58 mil millones de pesos (con base en la recaudación por este concepto de 2019)

De fácil aplicación administrativa. 

Corto plazo

Impuesto a la riqueza

Varias opciones de tasas (1% a 3.5%) por rangos de valor del patrimonio, con un monto mínimo exento (entre 20 y 200 millones de pesos)

Según diversas estimaciones, podría recaudar hasta el equivalente al 1% anual del PIB: 233 mil millones de pesos de 2020

No es de corto plazo. Requiere la modernización de los catastros. Se puede iniciar de manera escalonada, empezando por los "super-ricos".

Mediano plazo

FUENTES: Información oficial de SHCP, SENER, Instituto Nacional de Ecología, INEGI, OXFAM, Millionaires for Humanity, Red Latinoamericana por Justicia Económica y Social.

 

El monto anual del FMC tendría una primera “predistribución”, asignando montos a cada entidad federativa en función de su nivel de rezago frente al promedio nacional, siguiendo la pauta del criterio de la UE: el porcentaje del PIB estatal per cápita en relación con el PIB nacional per cápita. Podría también incorporarse un segundo criterio, a fin de dar un mayor peso específico al nivel de industrialización de cada entidad federativa: el porcentaje del PIB manufacturero estatal per cápita en el PIB manufacturero nacional per cápita. Los Cuadros 3 y 4 siguientes ilustran cuál era la situación en 2020.[5]

 

                                                      Cuadro 3

Entidades Federativas, sin minería petrolera

2010

2020

Dif 2020-2010 en puntos porcentuales

% del PIB per cápita promedio nacional

Chiapas

44%

36%

-9%

Oaxaca

50%

47%

-4%

Guerrero

53%

50%

-3%

Tlaxcala

64%

55%

-9%

Hidalgo

65%

64%

-1%

Puebla

68%

65%

-3%

Michoacán de Ocampo

64%

67%

4%

Nayarit

76%

70%

-6%

México

68%

71%

3%

Veracruz de Ignacio de la Llave

74%

71%

-3%

Zacatecas

82%

73%

-9%

Morelos

83%

73%

-9%

Tabasco

88%

78%

-10%

Durango

87%

84%

-3%

Yucatán

84%

85%

0%

Campeche

136%

85%

-51%

Guanajuato

79%

86%

6%

Quintana Roo

124%

96%

-28%

San Luis Potosí

88%

97%

10%

Sinaloa

95%

99%

4%

Estados Unidos Mexicanos

100%

100%

0%

Tamaulipas

111%

106%

-5%

Jalisco

106%

109%

3%

Colima

106%

112%

6%

Aguascalientes

108%

116%

8%

Chihuahua

103%

116%

13%

Baja California

114%

119%

5%

Baja California Sur

146%

123%

-23%

Querétaro

132%

125%

-7%

Coahuila de Zaragoza

149%

137%

-12%

Sonora

136%

151%

14%

Nuevo León

184%

175%

-9%

Ciudad de México

233%

250%

17%

 

 

                                                             Cuadro 4

Entidades Federativas

2010

2020

Dif 2020-2010 en puntos porcentuales

% del PIB manufacturero per cápita promedio nacional

Guerrero

7%

8%

1%

Quintana Roo

15%

12%

-4%

Campeche

12%

13%

0%

Baja California Sur

13%

13%

0%

Chiapas

17%

16%

-1%

Nayarit

22%

23%

1%

Oaxaca

25%

26%

1%

Colima

24%

26%

2%

Michoacán de Ocampo

33%

40%

6%

Zacatecas

48%

48%

1%

Sinaloa

45%

51%

6%

Veracruz de Ignacio de la Llave

63%

65%

3%

Morelos

71%

67%

-4%

Hidalgo

80%

69%

-11%

México

73%

72%

-1%

Yucatán

72%

73%

1%

Ciudad de México

71%

75.3%

4%

Tlaxcala

79%

77%

-2%

Tabasco

63%

78%

15%

Durango

77%

79%

2%

Puebla

98%

90%

-8%

Estados Unidos Mexicanos

100%

100%

0%

Guanajuato

123%

128%

5%

Jalisco

137%

134%

-2%

Tamaulipas

133%

143%

10%

San Luis Potosí

157%

164%

7%

Baja California

178%

181%

3%

Chihuahua

170%

182%

12%

Sonora

186%

189%

2%

Aguascalientes

213%

191%

-22%

Querétaro

240%

201%

-39%

Nuevo León

269%

240%

-28%

Coahuila de Zaragoza

326%

301%

-26%

FUENTE: Elaboración propia con base en información de Cuentas Nacionales, INEGI.

 

Sin duda, la pandemia ha tenido un efecto en el PIB del país y de las entidades federativas. La drástica caída del turismo, por ejemplo, significó una fuerte reducción del PIB per cápita en Quintana Roo. Los estados más integrados al mercado norteamericano también registraron disminuciones importantes en su PIB per cápita por la reducción en la demanda proveniente de Estados Unidos. Pero, en general, la posición de cada entidad federativa frente al promedio nacional es probablemente representativa de la situación actual.

 

La primera “predistribución” asignaría recursos del FMC de manera que las entidades federativas más rezagadas (de menor PIB per cápita y PIB manufacturero per cápita con respecto al promedio nacional) recibieran una mayor proporción en función de sus PIBs estatales. Así, por ejemplo, Guerrero, Oaxaca y Chiapas podrían estar recibiendo recursos anuales equivalentes al 5% de sus respectivos PIBs, y el estado de México sólo el 1%, y los montos absolutos podrían ser similares. Lo importante de este primer ejercicio es que reconoce la necesidad de ayudar más a quien más lo necesita y fija los montos sobre los cuales cada entidad federativa puede planear a largo plazo.

 

Una segunda distribución correspondería a la negociación entre los tres órdenes de gobierno acerca de los territorios y proyectos específicos que se habrían de apoyar con los montos que correspondieran a cada entidad federativa, siguiendo los lineamientos que se establezcan en el FMC, y la visión de desarrollo integral a largo plazo que habrá de construirse en la próxima administración federal[6]. En este proceso se tomarían en cuenta las propuestas de las propias comunidades y actores locales. Seguramente, no todos los recursos podrán asignarse desde el inicio a proyectos concretos, por lo que se podrían definir programas específicos que reciban solicitudes sobre una base concursal transparente, a fin de que se puedan apoyar los mejores proyectos, fomentando la participación local organizada.

 

Las asignaciones de recursos podrán ser multianuales, ya que cada entidad federativa recibiría en los años siguientes, montos similares a los del primer año. La distribución entre entidades federativas se iría modificando gradualmente conforme variara su posición relativa frente al promedio nacional.

 

Algunos ejemplos de rubros susceptibles de apoyo serían los siguientes:

 

·       Clusters industriales de pequeñas y medianas empresas con esquemas de gobernanza de cuádruple hélice (empresas, academia, gobierno y sociedad civil) y programas de inserción en cadenas globales de valor (CGV)

 

·       Zonas promotoras de la relocalización de empresas (nearshoring), con infraestructura suficiente de energía limpia y de agua, con parques industriales, zona urbana con servicios de calidad para los trabajadores, programa de desarrollo de capacidades y capacitación para el trabajo, conectividad física y digital, así como programas para desarrollar encadenamientos productivos locales, que vinculen a las grandes empresas nacionales y extranjeras con empresas medianas y pequeñas proveedoras

 

·       Clusters de emprendedurismo, con desarrollo institucional de incubadoras y aceleradoras de empresas, vinculadas a universidades y fuentes de financiamiento complementarias adecuadas (inversionistas ángeles y de capital de riesgo, banca de desarrollo)

 

·       Diversificación económica en comunidades indígenas, áreas naturales protegidas, y grandes ejidos y comunidades forestales, a fin de que sus pobladores puedan aprovechar y agregar valor a sus activos culturales y naturales en su beneficio de manera sustentable

 

·       Desarrollo de proyectos de maricultura/acuacultura de escala en comunidades de pescadores ribereños, incluyendo su eslabonamiento comercial y cadena de frío

 

·       Apoyo a esquemas de asociación entre empresas agroindustriales y productores primarios, para aumentar y mejorar la producción y generar mayor valor agregado para ambas partes; fortalecer organizaciones de productores primarios para que comercialicen mejor y agreguen valor a sus productos

 

·       Reconversión de sitios en que la o las industrias ancla se vuelven obsoletas o se cierran (como el caso del cierre de la refinería de Cadereyta o la caída en la actividad petrolera costa afuera con base en Cd. del Carmen, Campeche)

 

·       Impulso a Hubs de producción de energía renovable (eólica y solar) y de producción de hidrógeno verde para usos múltiples (mezcla con gas natural para abastecer plantas de energía eléctrica, sustitución del hidrógeno gris que se consume en las refinerías y otras industrias químicas, producción de combustibles limpios -metanol, amoniaco-, entre otros), vinculados a regiones litorales para asegurar acceso al agua y salida a la exportación por vía marítima.

 

Habría que empezar a trabajar en los aspectos técnicos, legales y operativos de mayor detalle, a fin de que la presentación y aprobación del FMC ocurriera este mismo año, y pudiera empezar a funcionar en 2025.

 



[1] Véase Forging a sustainable future together: cohesion for a competitive and inclusive Europe; Report of the high-level group on the future of cohesion policy. Comisión Europea, febrero 2024.

[2] El efecto multiplicador varía en función de las condiciones previas del lugar en que se reciben las inversiones, así como según los conceptos en que se invierte, y la pertinencia de la estrategia de desarrollo adoptada.

[3] Si bien los proyectos de mayor tamaño no entran en un proceso concursal, porque son inicialmente seleccionados por cada país, sí pueden ser rechazados cuando no cumplen con los criterios de elegibilidad.

[4] Véase “Propuesta para reducir la desigualdad territorial en México”, enero 2022. https://reflexion-oar.blogspot.com/2022/01/propuesta-para-reducir-la-desigualdad.html.

[5] Cabe mencionar que la estimación se hizo excluyendo en todos los casos el rubro de minería petrolera, ya que su inclusión distorsionaba de manera importante los números de los estados de Campeche y Tabasco.

[6] Construir una visión sobre el desarrollo integral (económico, social, ambiental, territorial) del país, que sea compartida por los actores gubernamentales de los tres órdenes (federal, estatal, municipal), por las empresas privadas y sociales, y por la sociedad civil, sigue siendo una asignatura pendiente. Su elaboración es ineludible para dar dirección a las acciones de la sociedad en su conjunto, para dar un orden de prioridad a las inversiones públicas y privadas, generar el marco estratégico de los programas territoriales y sectoriales de mayor detalle.