martes, 19 de mayo de 2020

¿Qué hacer con el combustóleo?


Las prioridades en el subsector de la refinación de petróleo crudo están de cabeza. El secretario de hacienda señaló recientemente en una entrevista que le hizo Leo Zuckerman en su programa “La Hora de Opinar” que el presupuesto destinado para el programa de rehabilitación del sistema nacional de refinación era de 20 mil millones de pesos, mientras que el presupuesto estimado para la nueva refinería de Dos Bocas, al tipo de cambio actual (y si realmente cuesta lo que se está presupuestando) será diez veces superior (esto es, 200 mil millones de pesos).

Con el presupuesto para la rehabilitación de las seis refinerías existentes, se alcanzaría el máximo nivel técnico posible de producción, que para fines de este ejercicio vamos a establecer en un millón trescientos noventa y cuatro mil barriles diarios de productos derivados del proceso de refinación de crudo. Este es el nivel de la máxima producción que han alcanzado cada una de las seis refinerías en los últimos quince años (entre 2005 y 2019), por lo tanto, es un nivel que sí se ha alcanzado históricamente, y no sólo como estimación técnica.

Para este año de 2020, se ha confirmado la meta de llevar la producción del sistema de refinación nacional a un millón de barriles diarios, lo cual representa un incremento del 59% frente al volumen producido en 2019. Este aumento equivale a 371 mil barriles diarios adicionales, que es más de lo que produciría Dos Bocas dentro de tres años.

Sería factible pensar, entonces, que el nivel máximo de producción total del sistema de refinación nacional actual se podría alcanzar en 2021, con un aumento sobre 2020 del 39%, y otros 394 mil barriles diarios adicionales. Esto es, otro Dos Bocas.

En suma, parece ser que invirtiendo la décima parte de lo que se espera invertir en Dos Bocas, sería posible producir más de dos veces de lo que se estima que producirá la nueva refinería.

¿Cuál es el truco?

Pues resulta que los 20 mil millones de pesos destinados al sistema nacional de refinación actual sólo alcanzarían para darle una manita de gato a las seis refinerías existentes, pero no se estarían atendiendo todos los aspectos necesarios para que generen productos de la calidad necesaria para cumplir con la normatividad ambiental y competir con las importaciones de combustibles que seguirán llegando de manera creciente.

En particular, no se está incluyendo la reconfiguración para minimizar la producción de combustóleo de las tres refinerías que aún no la tienen (Salamanca, Tula y Salina Cruz), y que representan el 57% del volumen de producción del sistema y el 81% de la producción total de combustóleo.

En estas condiciones, al llegar a la meta de un millón de barriles diarios de producción, el sistema nacional de refinación estará produciendo 213 mil barriles diarios de combustóleo, un 39% más que el año pasado, aún en el mejor de los casos (que sería suponer que las tres refinerías ya reconfiguradas llegan a su producción máxima posible y las otras tres complementan lo necesario para llegar al volumen meta).

Si se mantuviera esta situación, para alcanzar el nivel de producción máximo posible en el sistema nacional de refinación actual, y al nivel de eficiencia que hoy se tiene, la generación de combustóleo llegaría a 338 mil barriles diarios. De aquí deriva gran parte del problema que se ha suscitado con las energías renovables en el sector eléctrico. La única salida comercial viable del combustóleo es, previsiblemente, que lo consuma la CFE.

No es sostenible, ni económica ni ambientalmente, mantener el nivel actual de producción de combustóleo. Es imperativo hacer la reconfiguración de todo el sistema para reducir el nivel a un 5-10% sobre la producción total (y no el 28% a 40% que hoy tiene en las tres refinerías no reconfiguradas).

Con la reconfiguración, en vez de 338 mil barriles diarios de combustóleo, se podrían generar más de 300 mil barriles de combustibles destilados (gasolinas, diesel, turbosina). Y en dos años (o tres), se solucionaría el conflicto con las energías renovables.

Además, si se hacen las cuentas con rigor y sin apasionamiento, es posible que con la rehabilitación verdaderamente integral del sistema de refinación actual ya no sea necesario construir una nueva. El costo será superior a los 20 mil millones de pesos, pero seguramente muy inferior a los 200 mil millones que costaría una refinería nueva.

Para hacer menos difícil una decisión así, sería factible aprovechar lo ya construido en Dos Bocas para hacer un centro de almacenamiento y mezcla de crudo y combustibles de primer nivel y, en su caso, aprovechar los pedidos de maquinaria y equipo en las refinerías actuales.






 




























viernes, 1 de mayo de 2020

¿Cómo mejorar a PEMEX?


Sin pretender ser exhaustivo y con el ánimo de contribuir a que se abra una discusión nacional sobre la manera de rescatar a la empresa sin hundir al país, describo a continuación algunas ideas para mejorar la operación de la empresa con un sentido estratégico, que reconozca el entorno desfavorable y la fortalezca en sus capacidades básicas.

No comparto la idea de que PEMEX se ha convertido en una carga para el país y que más valdría cerrarla o venderla al mejor postor. Tampoco creo que la era de los combustibles fósiles esté a punto de concluir y que el mundo y México podrán vivir en el futuro cercano solamente con energías renovables. Sin duda, hacia allá vamos, pero los hidrocarburos todavía tienen mucho que aportar en el corto y mediano plazos.

1.       Mejorar la logística puede reducir costos y fortalecer su posición competitiva en el mercado interno de combustibles.

Llevar el crudo que se produce en el país a las seis refinerías actuales por ducto, con seguridad y sin interrupciones como hasta ahora requiere que el sistema completo de bombeo, conducción y almacenamiento opere con normalidad y tenga un mantenimiento adecuado y oportuno, incluyendo una programación estricta del reemplazo de los equipos al fin de su vida útil. Dejar de hacer esto porque los recursos escasos se concentran en otras prioridades es jugar a la ruleta rusa. Cualquier incidente disruptivo costará mucho más que los pretendidos “ahorros”.

La exportación de crudo debe dejar de hacerse a través de monoboyas o buques cisternas costa afuera, que han sido sistemas logísticos “provisionales” de alto costo que han subsistido porque no se ha completado la infraestructura portuaria proyectada para ello en Dos Bocas y Salina Cruz hace cuarenta años.

La distribución de los combustibles producidos internamente en las seis refinerías actuales tiene sus respectivos mercados “naturales”. De cada refinería salen ductos que conectan con terminales de almacenamiento y reparto (TAR) ubicadas en la periferia de las ciudades de mayor tamaño. De las TAR se distribuyen los combustibles a las gasolineras por autotanques (pipas).

El combate al huachicol cerró temporalmente algunos ductos, y la distribución se realizó de manera emergente a través de pipas. Pero esta situación de excepción no debe mantenerse. El costo de distribución por pipas desde las refinerías y los puntos de internación (en el caso de combustibles importados) es mucho más alto que el costo de distribución por ductos. Es necesario reactivar y fortalecer la red de distribución de combustibles por ducto, a fin de cubrir los mercados regionales de cada refinería. Esta es una ventaja competitiva de PEMEX frente a los distribuidores privados de combustibles importados.

2.       La apuesta por producir más combustibles internamente no debe centrarse en el volumen sino en la calidad y costo de los combustibles para un mercado que será cada vez más competido.

Elevar la producción de combustibles sin considerar la calidad que requieren los distintos combustibles en los mercados regionales de cada refinería (hay norma CDMX y norma resto del país por ejemplo), y la competencia creciente que habrá de los combustibles importados por particulares, sería un grave error.

Para aumentar la proporción de combustibles con respecto a subproductos como el combustóleo en la producción total de las refinerías, se requiere de inversiones elevadas en la mayor parte de ellas. El porcentaje de subproductos se eleva además porque las refinerías procesan crudo pesado en una muy alta proporción, debido a que ese es el tipo de crudo que se produce mayoritariamente en el país, y a que ha habido una prohibición “fundamentalista” a la importación de crudos ligeros con los cuales hacer mezclas que puedan ser digeridas mejor en nuestro sistema nacional de refinación.[1]

Si nuestras refinerías no reducen la producción de combustóleo para elevar la producción de combustibles destilados, y si no mejoran la mezcla de crudo que reciben, estarán condenadas a producir, en el mejor de los casos, más combustibles caros y de calidad insuficiente frente a lo que podrá ofrecer la competencia.

3.       La escala de la industria requiere que sus procesos productivos se concentren en zonas geográficas especificas para generar encadenamientos eficientes.

En el mundo, las refinerías de petróleo coexisten con plantas petroquímicas en zonas de alta concentración industrial, a fin de que las segundas puedan aprovechar de manera eficiente los subproductos que genera el proceso de refinación. Pero se necesita de una escala elevada de refinación para generar suficiente materia prima para las petroquímicas.

Desde este punto de vista, la ampliación de capacidad de refinación en el país debería de darse en las refinerías de Minatitlán y de Salina Cruz. En este segundo caso, además, habría una razón poderosa de mercado: hoy las dos terceras partes de la demanda de combustibles de la franja costera del Pacífico mexicano (la Península de Baja California, Sonora, Sinaloa, Nayarit, Colima, Guerrero, Oaxaca, Chiapas y parte de Durango) se abastece con combustibles importados que en su mayor parte llegan de la zona del Golfo de México (Tejas) por barco, cruzando el Canal de Panamá. Este es el combustible importado más caro que puede haber y, por tanto, debería ser el primero en sustituirse con producción nacional (que llega por cabotaje, en la tercera parte restante, desde Salina Cruz).

La refinería de Dos Bocas se localizó ahí más por razones sentimentales que técnicas. Si el proyecto se mantiene, habrá de atender un mercado regional que ya está atendido hoy por Minatitlán, obligando a que la refinería de Veracruz busque un mercado alternativo (que bien podría ser complementar la oferta de Salina Cruz para atender la franja del Pacífico). Pero además, por el tamaño que tendrá, su volumen de producción de combustibles no podrán ser absorbidos en su mercado regional “natural”, y tendrá que enviar una porción importante de su producción total a otros mercados; presumiblemente, de la zona metropolitana de la ciudad de México (enviando los productos por cabotaje a Tuxpan, y de ahí por ducto al centro del país) y, probablemente, también a Salina Cruz por ducto, para cubrir la demanda del Pacífico mexicano.

Este manejo supone costos adicionales en la distribución interna de combustibles, que les restan competitividad frente a los productos importados.

Si todavía fuera posible reorientar la inversión de Dos Bocas, se sugeriría aprovechar los equipos que ya se mandaron a hacer en las refinerías del Istmo de Tehuantepec, donde se ubica otro de los programas de desarrollo prioritarios del actual gobierno. Y aprovechar la inversión ya efectuada en Dos Bocas para habilitar una gran zona de almacenamiento y mezclado de crudo, nacional e importado, desde donde se abastezca a todo el sistema nacional de refinación.

4.       La deuda de la empresa debe renegociarse sistemáticamente para obtener plazos más largos y tasas más bajas.

En las condiciones actuales de baja generalizada en las tasas de interés en los mercados internacionales, habría que aprovechar para integrar paquetes de refinanciamiento que tome tramos de deuda cara y de corto plazo y la sustituya por deuda nueva a más largo plazo y a tasas más bajas. En este esfuerzo, PEMEX debe buscar el apoyo de la banca internacional, a fin de que los mercados perciban este esfuerzo como una medida adecuada de saneamiento financiero que le bajará el costo a la deuda de PEMEX y, por tanto, le brindará un alivio que mucho necesita.



[1] Ya desde el 2008, cuando se realizaron consultas a expertos frente a la intención fallida de reforma energética de ese momento, el Dr. Francisco Barnés de Castro, quien fue rector de la UNAM, subsecretario de energía y titular de la Comisión Reguladora de Energía, había sugerido que PEMEX importara crudo ligero para mezclarlo con el crudo pesado nacional y generar un suministro que resultara más productivo para las refinerías, al elevar la proporción de combustibles destilados frente al combustóleo.