Sin
pretender ser exhaustivo y con el ánimo de contribuir a que se abra una
discusión nacional sobre la manera de rescatar a la empresa sin hundir al país,
describo a continuación algunas ideas para mejorar la operación de la empresa con
un sentido estratégico, que reconozca el entorno desfavorable y la fortalezca
en sus capacidades básicas.
No
comparto la idea de que PEMEX se ha convertido en una carga para el país y que
más valdría cerrarla o venderla al mejor postor. Tampoco creo que la era de los
combustibles fósiles esté a punto de concluir y que el mundo y México podrán
vivir en el futuro cercano solamente con energías renovables. Sin duda, hacia
allá vamos, pero los hidrocarburos todavía tienen mucho que aportar en el corto
y mediano plazos.
1. Mejorar
la logística puede reducir costos y fortalecer su posición competitiva en el
mercado interno de combustibles.
Llevar
el crudo que se produce en el país a las seis refinerías actuales por ducto, con
seguridad y sin interrupciones como hasta ahora requiere que el sistema
completo de bombeo, conducción y almacenamiento opere con normalidad y tenga un
mantenimiento adecuado y oportuno, incluyendo una programación estricta del
reemplazo de los equipos al fin de su vida útil. Dejar de hacer esto porque los
recursos escasos se concentran en otras prioridades es jugar a la ruleta rusa.
Cualquier incidente disruptivo costará mucho más que los pretendidos “ahorros”.
La
exportación de crudo debe dejar de hacerse a través de monoboyas o buques
cisternas costa afuera, que han sido sistemas logísticos “provisionales” de
alto costo que han subsistido porque no se ha completado la infraestructura
portuaria proyectada para ello en Dos Bocas y Salina Cruz hace cuarenta años.
La
distribución de los combustibles producidos internamente en las seis refinerías
actuales tiene sus respectivos mercados “naturales”. De cada refinería salen
ductos que conectan con terminales de almacenamiento y reparto (TAR) ubicadas
en la periferia de las ciudades de mayor tamaño. De las TAR se distribuyen los
combustibles a las gasolineras por autotanques (pipas).
El
combate al huachicol cerró temporalmente algunos ductos, y la distribución se
realizó de manera emergente a través de pipas. Pero esta situación de excepción
no debe mantenerse. El costo de distribución por pipas desde las refinerías y
los puntos de internación (en el caso de combustibles importados) es mucho más
alto que el costo de distribución por ductos. Es necesario reactivar y
fortalecer la red de distribución de combustibles por ducto, a fin de cubrir
los mercados regionales de cada refinería. Esta es una ventaja competitiva de
PEMEX frente a los distribuidores privados de combustibles importados.
2. La
apuesta por producir más combustibles internamente no debe centrarse en el
volumen sino en la calidad y costo de los combustibles para un mercado que será
cada vez más competido.
Elevar
la producción de combustibles sin considerar la calidad que requieren los distintos
combustibles en los mercados regionales de cada refinería (hay norma CDMX y
norma resto del país por ejemplo), y la competencia creciente que habrá de los
combustibles importados por particulares, sería un grave error.
Para aumentar
la proporción de combustibles con respecto a subproductos como el combustóleo
en la producción total de las refinerías, se requiere de inversiones elevadas
en la mayor parte de ellas. El porcentaje de subproductos se eleva además porque
las refinerías procesan crudo pesado en una muy alta proporción, debido a que
ese es el tipo de crudo que se produce mayoritariamente en el país, y a que ha
habido una prohibición “fundamentalista” a la importación de crudos ligeros con
los cuales hacer mezclas que puedan ser digeridas mejor en nuestro sistema
nacional de refinación.[1]
Si
nuestras refinerías no reducen la producción de combustóleo para elevar la
producción de combustibles destilados, y si no mejoran la mezcla de crudo que
reciben, estarán condenadas a producir, en el mejor de los casos, más
combustibles caros y de calidad insuficiente frente a lo que podrá ofrecer la
competencia.
3. La
escala de la industria requiere que sus procesos productivos se concentren en
zonas geográficas especificas para generar encadenamientos eficientes.
En el
mundo, las refinerías de petróleo coexisten con plantas petroquímicas en zonas
de alta concentración industrial, a fin de que las segundas puedan aprovechar
de manera eficiente los subproductos que genera el proceso de refinación. Pero
se necesita de una escala elevada de refinación para generar suficiente materia
prima para las petroquímicas.
Desde este
punto de vista, la ampliación de capacidad de refinación en el país debería de
darse en las refinerías de Minatitlán y de Salina Cruz. En este segundo caso,
además, habría una razón poderosa de mercado: hoy las dos terceras partes de la
demanda de combustibles de la franja costera del Pacífico mexicano (la
Península de Baja California, Sonora, Sinaloa, Nayarit, Colima, Guerrero,
Oaxaca, Chiapas y parte de Durango) se abastece con combustibles importados que
en su mayor parte llegan de la zona del Golfo de México (Tejas) por barco,
cruzando el Canal de Panamá. Este es el combustible importado más caro que
puede haber y, por tanto, debería ser el primero en sustituirse con producción
nacional (que llega por cabotaje, en la tercera parte restante, desde Salina
Cruz).
La
refinería de Dos Bocas se localizó ahí más por razones sentimentales que
técnicas. Si el proyecto se mantiene, habrá de atender un mercado regional que
ya está atendido hoy por Minatitlán, obligando a que la refinería de Veracruz
busque un mercado alternativo (que bien podría ser complementar la oferta de
Salina Cruz para atender la franja del Pacífico). Pero además, por el tamaño
que tendrá, su volumen de producción de combustibles no podrán ser absorbidos
en su mercado regional “natural”, y tendrá que enviar una porción importante de
su producción total a otros mercados; presumiblemente, de la zona metropolitana
de la ciudad de México (enviando los productos por cabotaje a Tuxpan, y de ahí
por ducto al centro del país) y, probablemente, también a Salina Cruz por
ducto, para cubrir la demanda del Pacífico mexicano.
Este
manejo supone costos adicionales en la distribución interna de combustibles,
que les restan competitividad frente a los productos importados.
Si
todavía fuera posible reorientar la inversión de Dos Bocas, se sugeriría
aprovechar los equipos que ya se mandaron a hacer en las refinerías del Istmo
de Tehuantepec, donde se ubica otro de los programas de desarrollo prioritarios
del actual gobierno. Y aprovechar la inversión ya efectuada en Dos Bocas para
habilitar una gran zona de almacenamiento y mezclado de crudo, nacional e
importado, desde donde se abastezca a todo el sistema nacional de refinación.
4. La
deuda de la empresa debe renegociarse sistemáticamente para obtener plazos más
largos y tasas más bajas.
En
las condiciones actuales de baja generalizada en las tasas de interés en los
mercados internacionales, habría que aprovechar para integrar paquetes de
refinanciamiento que tome tramos de deuda cara y de corto plazo y la sustituya
por deuda nueva a más largo plazo y a tasas más bajas. En este esfuerzo, PEMEX
debe buscar el apoyo de la banca internacional, a fin de que los mercados
perciban este esfuerzo como una medida adecuada de saneamiento financiero que
le bajará el costo a la deuda de PEMEX y, por tanto, le brindará un alivio que
mucho necesita.
[1] Ya
desde el 2008, cuando se realizaron consultas a expertos frente a la intención
fallida de reforma energética de ese momento, el Dr. Francisco Barnés de Castro,
quien fue rector de la UNAM, subsecretario de energía y titular de la Comisión Reguladora
de Energía, había sugerido que PEMEX importara crudo ligero para mezclarlo con
el crudo pesado nacional y generar un suministro que resultara más productivo
para las refinerías, al elevar la proporción de combustibles destilados frente
al combustóleo.
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