viernes, 20 de abril de 2018

Propuesta de AMLO en materia de política agropecuaria


Otra crítica recurrente a los planteamientos de López Obrador se refiere a que propone establecer “precios de garantía” para un conjunto de productos agropecuarios (granos básicos[1], oleaginosas[2], huevo, productos lácteos y cárnicos), así como alcanzar la “autosuficiencia” en ellos.

Tanto Meade como Anaya han querido identificar los términos “precios de garantía” y “autosuficiencia” como indicación de que se quiere regresar a un sistema de apoyo a la producción y comercialización agropecuaria en el cual el gobierno federal controlaba insumos, compraba cosechas, y definía sus respectivos precios.  Para ello, contaba con empresas productoras de semillas y fertilizantes, con bodegas, y con un marco legal y financiero que le permitía ser actor preponderante.  Este sistema se cayó a pedazos por ineficiente y corrupto desde la década de los noventa en el siglo pasado, pero en su lugar, el gobierno federal tardó muchos años en generar un esquema alternativo. El nuevo sistema de producción y comercialización agropecuaria que se ha ido conformando gradualmente se caracteriza por una amplia participación privada, por un rezago creciente del sector social, y por una intervención pública dispersa, poco eficaz, a través de numerosos programas inconexos y cambiantes.

Con una simple lectura de las propuestas en materia de política agropecuaria que hace López Obrador en su Proyecto de Nación, cualquiera puede darse cuenta que el planteamiento de política agropecuaria es mucho más completo y no tiene nada que ver con la idea simplista que quieren difundir los contrincantes políticos sobre “regresar a esquemas caducos del pasado”.

De hecho, el término “precios de garantía” no aparece en el documento[3] más que con relación a la propuesta para el sector lechero, en la cual se señala textualmente la intención de “fijar un precio de garantía que lo convierta en un negocio redituable …”. Regresaré a este punto más adelante. Primero me referiré a la propuesta para los granos básicos y oleaginosas. 

Para los granos básicos y oleaginosas, lo que se propone es “establecer un sistema multianual de precios piso … y de certidumbre en la comercialización de las cosechas”.  Y este es el tipo de mecanismos que se utilizan en la mayoría de los países de economía de mercado que tienen una producción agrícola importante.  En Estados Unidos, uno de los países más rigurosamente reglamentado en materia de producción y comercialización agropecuaria, cada cinco años se discute y aprueba en el Congreso una ley para la producción y comercialización en el campo (denominada Farm Bill), que contiene entre otras muchas cosas la previsión de pagos y préstamos (en gran medida subsidiados) que se hará a los productores agropecuarios para asegurarles un ingreso mínimo dentro de un funcionamiento ordenado de los mercados.

Conforme a la Farm Bill 2014, los pagos y préstamos se cubren a los siguientes productos (commodities):  trigo, avena, cebada, maíz, sorgo, arroz, soya, girasol, canola, cártamo, linaza, semillas de mostaza, ajonjolí, chícharo, lentejas, garbanzos y cacahuates.  Y son dos los programas básicos:  la cobertura por pérdida de precio (Price Loss Coverage, PLC), y la cobertura por riesgo agrícola (Agriculture Risk Coverage, ARC).  El productor debe escoger entre uno u otro, según su situación particular.  El primero le paga si el precio efectivo que recibe es menor al precio de referencia[4] fijado en el Farm Bill.  El precio efectivo, a su vez, es el mayor entre dos precios:  el promedio de mercado del año en que se comercializa y el que se utiliza para la tasa promedio nacional de préstamos.  El segundo programa es un seguro que se otorga a la producción por condados (county), y se paga cuando el ingreso recibido por la cosecha del condado en su primera comercialización es menor al monto asegurado.  En adición a estos apoyos, el gobierno federal también otorga préstamos de corto plazo (nueve meses) y tasas bajas, para que los productores puedan almacenar sus cosechas y venderlas cuando los precios en el mercado les resulten más convenientes.

ASERCA (Asesoría y Servicios para la Comercialización Agropecuaria, entidad desconcentrada de la SAGARPA) administra los precios de comercialización de los principales granos y oleaginosas tomando los precios de referencia en Estados Unidos y sumándole los costos logísticos de traer el producto a México.  A ese precio, el consumidor nacional de granos y oleaginosas (las industrias tortillera, panificadora, aceitera, etc.) sería indiferente entre comprar el insumo dentro del país o importarlo, así que opta por comprar primero las cosechas nacionales y, después, si su demanda es mayor, importar los volúmenes complementarios que requiere.  Cabe resaltar que, en su calidad de commodities y en virtud de los numerosos acuerdos comerciales que ha suscrito México con otros países -particularmente el que tiene con Estados Unidos y Canadá-, estos granos y oleaginosas se comercializan internacionalmente libres de aranceles. 

Así que hablar de precios de garantía (como denominación genérica de los distintos esquemas de apoyo a la producción y comercialización agropecuaria) no tiene nada de extraordinario.  Es la práctica común en el mundo y en México.

Por lo que se refiere a la “autosuficiencia alimentaria”, en el Proyecto de Nación se manejan tres conceptos:  seguridad alimentaria, soberanía alimentaria y autosuficiencia alimentaria.  Éste último es quizá el concepto más antiguo y limitado, ya que sólo se refiere a la capacidad del país para satisfacer sus necesidades alimenticias mediante la producción local.  Su énfasis, de acuerdo con la definición de la FAO, está en no depender del exterior. 

En la publicación Seguridad y Soberanía Alimentaria, FAO, 2013, se menciona que “Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana”.  Este concepto es más amplio que el anterior, ya que no sólo se refiere a la capacidad productiva del país (oferta), sino también a la capacidad de compra de los habitantes (demanda), y por tanto a su desarrollo social (empleo, ingresos), y el funcionamiento de los sistemas de distribución de alimentos.

En esta misma fuente de información se define el significado del concepto “soberanía alimentaria”, que es un concepto aún más amplio que el de seguridad alimentaria, en los siguientes términos:

“… la soberanía alimentaria descansa sobre seis pilares:

1.    Se centra en alimentos para los pueblos: a) Pone la necesidad de alimentación de las personas en el centro de las políticas. b) Insiste en que la comida es algo más que una mercancía.
2.    Pone en valor a los proveedores de alimentos: a) Apoya modos de vida sostenibles. b) Respeta el trabajo de todos los proveedores de alimentos.
3.    Localiza los sistemas alimentarios: a) Reduce la distancia entre proveedores y consumidores de alimentos. b) Rechaza el dumping y la asistencia alimentaria inapropiada. c) Resiste la dependencia de corporaciones remotas e irresponsables.
4.    Sitúa el control a nivel local: a) Lugares de control están en manos de proveedores locales de alimentos. b) Reconoce la necesidad de habitar y compartir territorios. c) Rechaza la privatización de los recursos naturales.
5.    Promueve el conocimiento y las habilidades: a) Se basa en los conocimientos tradicionales. b) Utiliza la investigación para apoyar y transmitir este conocimiento a generaciones futuras. c) Rechaza las tecnologías que atentan contra los sistemas alimentarios locales.
6.    Es compatible con la naturaleza: a) Maximiza las contribuciones de los ecosistemas. b) mejora la capacidad de recuperación. c) Rechaza el uso intensivo de energías de monocultivo industrializado y demás métodos destructivos.”

Mientras que “seguridad alimentaria” es un concepto neutro en cuanto a la correlación de fuerzas, el “… concepto de soberanía alimentaria parte justamente de constatar la asimetría del poder en los distintos mercados y espacios de poder involucrados, así como en los ámbitos de las negociaciones comerciales multilaterales. Apela, entonces, al papel equilibrador que puede jugar un Estado democrático, y concibe que los alimentos son más que mercancías”.

Una primera recomendación sería que se adopte “soberanía alimentaria” como concepto rector en la política agropecuaria del Proyecto de Nación, en virtud de que es más amplio que los otros dos, y reconoce explícitamente la asimetría de poder que existe entre los diversos actores que participan en las actividades de producción y comercialización agropecuaria. 

Dentro de este enfoque, es posible incluir el programa de seguridad alimentaria que se describe en el Proyecto de Nación como un sistema integral para pequeños productores agrícolas y campesinos que viven en pobreza y pobreza extrema, que comprende seis servicios públicos básicos[5]:

a)    Asistencia técnica y capacitación para la innovación tecnológica,
b)    Organización,
c)    Comercialización,
d)    Financiamiento,
e)    Infraestructura,
f)     Vinculación efectiva con programas de desarrollo social.

Asimismo, cabe el propósito de autosuficiencia alimentaria sustentable que buscaría reducir la dependencia del exterior en granos básicos y oleaginosas mediante cuatro estrategias principales:

a)    El incremento en la productividad mediante la transición a sistemas agroecológicos,
b)    El incremento del potencial productivo en las zonas de riego,
c)    La reducción de siniestros y pérdidas poscosecha, y
d)    El incremento en la superficie de riego.

Cabe mencionar que la política agropecuaria contenida en el Proyecto de Nación, al igual que otras secciones del documento, parece haber sido confeccionada por plumas distintas, responsables de componentes específicos, que se incluyeron tal cual sin un ejercicio de congruencia y articulación. 

Así, por ejemplo, se plantea bajo la denominación de “Rescate del campo”, un proyecto con una meta ambiciosa de plantar un millón de hectáreas de árboles maderables y frutales, particularmente en el Sur-Sureste y las Huastecas, con un enfoque ecológico agroforestal, que complementa las actividades productivas de los pobladores del campo, y tiene objetivos diversos:  capitalizar las unidades de producción, generar empleos e ingresos, reducir importaciones, conservación ambiental y combate al cambio climático.

Otros programas son:  (i) el programa nacional de jornaleros agrícolas; (ii) investigación, transferencia de tecnología e innovación agrícola; (iii) sistemas agroalimentarios para el desarrollo regional;  (iv) fomento a la ganadería sustentable con integración de cadenas de valor; (v) nuevo sistema de financiamiento rural; (vi) programa de rescate al sector cafetalero; entre otros.

Un eje articulador de los distintos componentes de la política agropecuaria podría ser el enfoque territorial, que parte del empoderamiento de actores concretos en una cierta zona, y busca desarrollar sus capacidades productivas con base en su acervo de recursos naturales mediante una planeación-programación de acciones y proyectos orientados a mejorar su participación en sus cadenas productivas, con una visión de largo plazo.

Este enfoque tiene referentes internacionales con larga y sólida experiencia, como LEADER[6] en la Comunidad Europea, y las iniciativas de organizaciones como RIMISP, Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, e IICA  (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura).  En México, la SAGARPA exploró una iniciativa similar con los “Proyectos Estratégicos Territoriales” que se impulsaron entre 2010-2013, con la asistencia técnica de IICA.

De hecho, un marco más adecuado de la política agropecuaria sería el desarrollo rural sustentable, que incluye las actividades agrícolas, ganaderas, forestales, pesqueras, mineras, turísticas, de los actores presentes en los territorios rurales, con un enfoque claro y explícito de conservación y aprovechamiento de los recursos naturales. 

La nueva política de desarrollo rural tendría que superar la visión segmentada y la acción dispersa de la política actual.





[1] SAGARPA considera granos básicos al maíz, frijol, trigo y arroz.
[2] Se refiere a un conjunto de plantas cuyas semillas pueden usarse para la producción de aceites.  Comercialmente, destacan la soya, el cártamo, el girasol, la canola, el ajonjolí, el cocotero, la palma africana, las nueces y cacahuates, entre otros.
[3] Aunque sí lo ha mencionado López Obrador en sus discursos recientes.
[4] Para el maíz (US, No. 2 Yellow), por ejemplo, el precio de referencia es de 145.65 dólares por tonelada métrica (3.70 dólares por bushel).
[5] A partir de la fusión de 17 programas gubernamentales radicados en diferentes secretarías.
[6] LEADER (Liaison Entre Actions de Développement de L’Economie Rurale) es el programa insignia para el desarrollo local participativo en el ámbito rural de los países que integran la Comunidad Europea.

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