lunes, 2 de julio de 2018

Proyectos estratégicos en el Proyecto de Nación de AMLO, 2


Un proyecto que pondrá a prueba la política de desarrollo del nuevo gobierno hacia la región Sur-Sureste puede ser, sin duda, el denominado “corredor industrial y comercial del Istmo de Tehuantepec”.  Más que un proyecto, se trata de un programa de desarrollo regional con múltiples componentes relevantes, lo cual lo hace un asunto de gran complejidad, no sólo para su ejecución, sino desde la planeación misma.

En esta nota se describe cuál podría ser la orientación de la iniciativa, para que tenga viabilidad política, técnica, económica, financiera, social y ambiental.

Por su condición geográfica de ser una franja angosta de tierra (de poco más de 200 kilómetros de ancho) que conecta a los océanos Atlántico y Pacífico, el Istmo de Tehuantepec ha sido objeto de sueños, ambiciones y múltiples planes desde la época colonial.  Durante el Porfiriato, se construyeron los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz, así como el ferrocarril transístmico que conecta a ambos puertos.  A principios del siglo XX se construyó la primera refinería de petróleo crudo del país en Minatitlán. En torno a ella, y entre las décadas de los sesentas y los ochentas se consolidó la principal zona de producción petroquímica.  PEMEX construyó la terminal marítima de Pajaritos al inicio de los sesentas y la terminal marítima petrolera de Salina Cruz al final de los setentas[1], ambas para la movilización de crudo, petrolíferos y petroquímicos.  La refinería de Salina Cruz, la última y más grande que se ha construido en el país, empezó a operar a fines de los setentas.  En esa misma época se diseñó el programa de puertos industriales dentro de la Coordinación de Proyectos de Desarrollo de la Presidencia de la República, que además de Lázaro Cárdenas y Altamira, construiría dos nuevos puertos de gran envergadura en el Istmo de Tehuantepec:  Laguna de Ostión al noroeste de Coatzacoalcos y el Nuevo Salina Cruz, en las Salinas del Marqués, a un costado del puerto actual.[2]  Se formuló también un proyecto para construir el puente terrestre ferroviario y carretero entre los dos puertos, que se conoció como “Alfa-Omega”.

En años recientes, ha proliferado el establecimiento de parques eólicos, aprovechando el enorme potencial para generar este tipo de energía renovable en la zona sur del Istmo.  El año pasado se decretaron las zonas económicas especiales en torno a los puertos de Salina Cruz y Coatzacoalcos-Pajaritos, y se espera que en breve se realice la convocatoria para licitar los primeros polígonos en predios federales, a fin de que se constituyan “Administradores Integrales” que se ocupen del desarrollo de infraestructura y servicios para el establecimiento de industrias que impulsen encadenamientos productivos en la región.

La región es predominantemente rural, en gran medida ejidal y comunitaria, en cuanto a su territorio, con aglomeraciones urbanas de mayor tamaño en las costas, en torno a Coatzacoalcos y a Salina Cruz.  Si bien la población se concentra en zonas urbanas, hay una densidad significativa de población rural diseminada en localidades pequeñas a lo largo y ancho de la franja ístmica, con una presencia relevante de varios grupos étnicos. Una porción importante del istmo oaxaqueño está ocupada por el área natural protegida de Los Chimalapas.  Es característica notable de la región su gran ebullición social.

Son muchos y diversos los actores relevantes en la zona, además del gobierno federal:  los gobiernos estatales de Oaxaca y Veracruz, los gobiernos de los municipios ubicados en la franja del Istmo, las Administraciones Portuarias Integrales (APIs) de Coatzacoalcos-Pajaritos y Salina Cruz, el Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec (FIT), PEMEX en sus eslabones industrial y logístico, la Autoridad Federal para el Desarrollo de las Zonas Económicas Especiales (AFDZEE), las comunidades y ejidos, las empresas desarrolladoras de energía eólica, grupos sociales organizados, entre otros.

Han sido, igualmente, numerosos los estudios y proyectos[3] que se han formulado desde diferentes ángulos que podrían agruparse en tres vertientes:

·         La construcción de un puente logístico terrestre para la movilización de carga entre los dos océanos
·         El establecimiento de industrias en la región del Istmo que puedan beneficiarse de un acceso fácil a ambos océanos
·         Un enfoque combinado de desarrollo industrial endógeno y fortalecimiento gradual de un corredor logístico.

Aquí se considera que la alternativa viable es la tercera.  Pensar solamente en un puente logístico terrestre no es realista frente a la competencia del Canal de Panamá ampliado (que empezó a operar hace algunos meses y que permite ya el cruce de barcos portacontenedores de hasta 13 mil TEUs, que triplican la capacidad de los barcos PANAMAX previos), y frente a los puentes terrestres ferroviarios entre puertos norteamericanos del Pacífico (Los Angeles, Long Beach, Oakland, Vancouver) con capacidad para recibir a los barcos portacontenedores de mayor capacidad a nivel internacional (del orden de 22 mil TEUs), que conectan eficientemente con la costa este de Estados Unidos y otros centros urbanos importantes (Chicago, Houston, Atlanta).

Frente a estas cadenas logísticas de gran escala, la posibilidad de competir de un puente terrestre en el Istmo de Tehuantepec se circunscribe a movimientos de menor escala, con embarcaciones PANAMAX (de hasta 4,500 TEUs)[4] en recorridos de corta distancia (Short Sea Shipping) dentro del Golfo de México, y en la costa Norte y Centroamericana del Pacífico.

Por otra parte, la opción de impulsar el establecimiento de industrias en la región del Istmo cobra sentido si se vincula al desarrollo asociado del corredor logístico, a paso y medida de las necesidades de las empresas.  De este modo, más que ser una vía de paso de la carga asiática y norteamericana, se convertiría en una zona de atracción de inversiones industriales nacionales y extranjeras, basada en sus atributos  de localización geográfica, infraestructura y servicios logísticos y otros incentivos relacionados con el establecimiento de zonas económicas especiales (ZEEs).  Cabría incluso explorar la posibilidad de decretar toda la franja territorial del Istmo como zona económica especial, y no sólo algunos municipios asociados a los puertos marítimos.

En estos términos, los principales componentes que el “Programa Regional de Desarrollo Integral del Istmo de Tehuantepec” debería incluir serían los siguientes:

a)    Programa de atracción de inversiones industriales y de desarrollo de infraestructura y servicios logísticos.-  Podría asociarse a la promoción de las ZEEs y su posible ampliación, así como a la constitución de un “Administrador Integral”[5] con capacidad de ejecución suficiente.[6]

b)    Programa de desarrollo industrial endógeno, a partir de las empresas y organizaciones de productores localizados en la región, para impulsar la agroindustria alimentaria y forestal, la industria eólica, la refinación de crudo y la petroquímica, así como los encadenamientos de estas actividades dentro de mecanismos de cooperación tipo cluster.

c)    Obras de infraestructura a cargo del gobierno federal.-  Como el tramo ferroviario faltante entre Medias Aguas y Pajaritos, así como locomotoras y vagones para que el FIT pueda operar directamente la ruta sin recurrir a terceros; y la modernización de los tramos carreteros a lo largo de la franja ístmica, no sólo para hacer más eficiente el tránsito de costa a costa, sino para facilitar la interconexión de los centros urbanos y las zonas industriales a lo largo del recorrido.

d)    El ordenamiento territorial y la planeación urbana para propiciar un desarrollo más armónico de la región, previendo las áreas de crecimiento de la población urbana y la dotación de servicios, así como el establecimiento de centros de servicios accesibles para la población rural.

En cada uno de estos componentes tendrían que incluirse criterios ambientales explícitos, así como la participación plena e informada de los actores sociales locales.

Habrá que innovar para lograr una gobernanza que sea a la vez eficaz e incluyente, con mecanismos de planeación participativa y de deliberación transparentes, que permitan la alineación de objetivos y la coordinación de acciones entre los tres órdenes de gobierno y otros actores relevantes.



[1] Esta última no se concluyó por la crisis económica que experimentó el país en 1981, y a la fecha así permanece, a pesar de los reiterados intentos de PEMEX por tratar de concluir las obras e iniciar su operación.
[2] Ambos proyectos fueron suspendidos casi desde el inicio, por las dificultades económicas que enfrentó el país.  En el caso de Laguna de Ostión se revirtió, incluso, el decreto expropiatorio de las tierras que se habían definido para su establecimiento.
[3] Entre ellos, en los últimos 20 años, cabría mencionar el estudio para el desarrollo integral del Istmo de Tehuantepec elaborado por el despacho de consultoría de Felipe Ochoa, y más recientemente, el análisis efectuado por PROTEGO, la empresa de consultoría de Pedro Aspe.
[4] Ello debido a las condiciones físicas de las terminales de contenedores que hoy existen en los puertos de Salina Cruz y Pajaritos, y asumiendo que se concluiría con su ampliación y modernización, equipándolos con grúas de pórtico.
[5] En los términos de la Ley para el Desarrollo de las Zonas Económicas Especiales puede ser una empresa privada o una empresa pública, y tendría la encomienda de desarrollar la infraestructura y los servicios requeridos para el establecimiento de industrias (parque industrial, naves, obras de cabeza para servicios básicos como abastecimiento de agua, energía eléctrica, gas y vialidades de acceso), así como de promover dicho establecimiento.
[6] Un mismo administrador integral podría operar varias zonas industriales específicas, y en el caso del Istmo podría constituirse a partir de la fusión de tres empresas paraestatales:  las Administraciones Portuarias Integrales (APIs) de Coatzacoalcos y de Salina Cruz, y el Ferrocarril del Istmo de Tehuantepec (FIT).  Dicho administrador integral tendría, además, capacidad para asociarse con empresas logísticas globales, que le inyectaran capital, know how y mercado (relación con empresas industriales globales que pudieran interesarse en poner una base de operación en la región).

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