Comparto
en lo general las prioridades fijadas en la propuesta de rescate del sector
energético que ha esbozado el próximo presidente de México. Está claro qué hacer. Mi discrepancia está en cómo hacer. Y no se trata de encontrar prietitos en el
arroz, sino de contribuir a que los recursos públicos de inversión federal
tengan el uso que más aporte al desarrollo integral del país.
AMLO
anunció el pasado 27 de julio que una de sus prioridades para el sector
energético es la construcción de una nueva refinería en el puerto de Dos Bocas,
y que ya se están elaborando los proyectos para que se inicien las obras el año
próximo.
Celebro
la intención de ampliar la capacidad de refinación del país, pero me parece una
mala idea, que ocasionará costos innecesarios y desaprovechará oportunidades de
integración industrial, la ubicación del proyecto en el puerto de Dos Bocas.
En
esta nota explico mi opinión y solicito respetuosamente que la tomen en cuenta
los responsables de elaborar el proyecto.
No debemos olvidar que el uso de recursos públicos de inversión federal
supone una responsabilidad y requiere de un proceso técnico-administrativo para
validar su viabilidad. Es importante dar
velocidad a la concreción de los proyectos, pero me parece más importante aún
que primero se haga cabalmente su planeación y evaluación, a fin de que la
ejecución sea más eficiente y se seleccione la mejor opción.
Una
refinería es una instalación industrial de gran escala que tiene una larga vida
útil. La de Minatitlán, por ejemplo,
tiene más de cien años si tomamos como referencia el proyecto que hizo Pearson,
o más de sesenta si consideramos el proyecto que ya hizo PEMEX. La refinería de Salina Cruz, la última que se
construyó en el país, data de finales de los setenta, por lo que tiene cuarenta
años. Y en ese horizonte temporal, hacia
el futuro, es probable que las refinerías de nuestro país ya funcionen, por lo
menos en parte, con crudo de importación.[1] De ahí que las consideraciones logísticas,
para recibir crudo nacional e importado, y para distribuir petrolíferos a las
distintas regiones consumidoras del país cobran mayor importancia.
Por
otro lado, y atendiendo a la necesidad de impulsar el desarrollo de las
regiones del país a través del fomento a su especialización productiva y a la
consolidación de clusters
industriales, la nueva capacidad de refinación tendría que ubicarse en una zona
donde ya existen infraestructura y servicios industriales básicos (energía
eléctrica, agua, red de ductos, técnicos y profesionales experimentados,
etc.). Nada de esto hay en la actualidad
en Dos Bocas para satisfacer los requerimientos del proyecto[2]. Sí existe, en cambio, en el corredor
Minatitlán-Salina Cruz. A lo largo de la franja del Istmo de Tehuantepec se han
desarrollado instalaciones de almacenamiento de crudo (domos salinos de Tuzandépetl),
así como una red de ductos transístmica para el transporte de crudo, gas y
petrolíferos entre ambas refinerías, y en conexión con sus puertos respectivos
en Pajaritos (terminal marítima de PEMEX) y Salina Cruz (monoboyas y terminal
marítima de PEMEX)[3]
Además, en otras partes del mundo, la
concentración y la cercanía entre las plantas de refinación y las petroquímicas
es un factor de competitividad, ya que propicia el aprovechamiento de los
subproductos del proceso de refinación como insumos de la industria
petroquímica, en un volumen suficiente y sin costos logísticos adicionales.
Una
refinería en Dos Bocas atendería mercados que hoy se atienden desde Minatitlán: la Península de Yucatán a través del puerto
de Progreso, Tabasco y el norte de Chiapas por tierra. Además, la producción de petrolíferos a
partir de un procesamiento de 300 mil barriles diarios de crudo[4], será bastante mayor al
consumo regional, por lo que se tendría que regresar un volumen significativo
mediante un nuevo poliducto[5] de Dos Bocas a Minatitlán,
para su distribución a través del sistema nacional de ductos. Se requerirían inversiones adicionales para
atender el mercado peninsular: se tendrían
que construir muelles y tanques de almacenamiento para los distintos productos
(gasolinas, diesel, turbosina) en el puerto, hacer dragados adicionales en el
canal de navegación y -muy probablemente- completar, por lo menos en parte, los
rompeolas que se quedaron inconclusos desde principios de los ochenta en el
siglo pasado. Comparativamente, si la
nueva capacidad de refinación se localiza total o parcialmente en Salina Cruz
(200 a 300 mil barriles para ampliar la refinería ya existente, y hasta 100 mil
barriles para ampliar la capacidad de Minatitlán), podría satisfacer el consumo
del país en el litoral del Pacífico, incluyendo los estados completos de
Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Colima, Sinaloa, Sonora y la Península de Baja
California, evitando las importaciones crecientes que ya se están realizando,
así como el crecimiento futuro de la demanda en estas regiones.
Antes
de formular un proyecto ejecutivo en un sitio predeterminado, es necesario
elaborar con imparcialidad el análisis costo-beneficio (ACB) de todas las
inversiones que se requieren, y otros factores necesarios -cuantificables o
no-, y llevar a cabo el proceso de deliberación institucional que busca
maximizar el impacto positivo de los proyectos -requisitos previstos en la Ley Federal
de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria (artículo 34)-, para dejar atrás la
socorrida práctica de llevar a cabo estos estudios y procesos sólo para
respaldar decisiones tomadas previamente, con criterios exclusivamente
políticos, por la autoridad en turno.
Sin
duda, los criterios políticos están presentes en la orientación de las
políticas, en la definición de objetivos de desarrollo, en el diseño de las
estrategias sectoriales y regionales de todo gobierno. Pero no puede ser el factor exclusivo en las
decisiones de inversión. En particular,
la localización inicial de las nuevas refinerías en el Proyecto de Nación de
AMLO (Dos Bocas, en Tabasco, y Atasta en Campeche), sugiere que hay de fondo un
deseo de compensar a estas entidades federativas por casi cuarenta años de
extracción de hidrocarburos que, además de indudables beneficios económicos,
también tuvo impactos sociales y ambientales negativos.
El
asunto aquí es si establecer una refinería en Dos Bocas es, por un lado, la
mejor manera de compensar a la región, y si esa es la mejor manera de
desarrollar el puerto; y por otro lado, desde la óptica de la industria
petrolera, si ese es el mejor sitio para ampliar la capacidad de refinación que
necesita el país, y promover una integración más eficiente de la industria de
refinación con la petroquímica.
El
mejor aprovechamiento del puerto de Dos Bocas (véase vínculo siguiente) tiene
tres vertientes que no guardan relación con el establecimiento de una
refinería:
·
Diversificación para atender la carga comercial
de la región (exportaciones agroindustriales, pesqueras y forestales), así como
la importación de productos diversos que consoliden la función de Villahermosa
como centro de distribución en el sureste (y que hoy llegan por tierra desde la
frontera norte).
·
Consolidación de la función de soporte al
abastecimiento de la industria petrolera costa afuera actual y futura
·
Consolidación de la función de almacenamiento
de crudo, nacional e importado, y de la elaboración de mezclas para mejoren la
calidad del crudo que se envía al sistema nacional de refinación.
----------------------------------------------
El conocimiento de estos temas
es producto de mi experiencia profesional en los últimos 25 años. Participé en la elaboración de los dos
primeros Programas Maestros de Desarrollo Portuario (PMDP) de Dos Bocas, y fui autor
de dos programas de comercialización dentro de los PMDPs de
Coatzacoalcos-Pajaritos, así como de dos análisis costo-beneficio de la
terminal marítima petrolera de PEMEX en Salina Cruz.
[1]
Esto, si no es que antes se decide importar crudo para hacer mezclas con el
crudo pesado que se produce en el país, a fin de facilitar y hacer menos
costosos los procesos de refinación interna.
[2]
Una refinería como la que se plantea, para procesar 300 mil barriles diarios de
crudo, podría requerir alrededor de 600 hectáreas que es el área que
actualmente ocupa una refinería semejante (la de Salina Cruz). El puerto de Dos Bocas tiene del orden de 150
hectáreas propiedad de PEMEX que están destinadas al uso portuario y
logístico. El resto del polígono que
ocupa Dos Bocas (alrededor de 1,500 hectáreas) ya tiene un uso; parte es de la
API, parte es una zona pantanosa rodeada por el Río Seco, y la mayor parte
consiste en la terminal de abastecimiento y el área de almacenamiento de crudo
de PEMEX.
[4]
Entre 180 y 200 mil barriles diarios de petrolíferos (gasolinas, diesel y
turbosina), al nivel promedio de conversión que registraron las refinerías del
sistema nacional entre 2014 y 2017.
[5] Ya
hay uno que lleva productos de Minatitlán a Villahermosa, para el consumo de la
zona, pero que será insuficiente para regresar un volumen mayor de Dos Bocas a
Minatitlán.
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