lunes, 30 de julio de 2018

¿Por qué localizar una nueva refinería en el puerto de Dos Bocas no es una buena idea?



Comparto en lo general las prioridades fijadas en la propuesta de rescate del sector energético que ha esbozado el próximo presidente de México.  Está claro qué hacer.  Mi discrepancia está en cómo hacer.  Y no se trata de encontrar prietitos en el arroz, sino de contribuir a que los recursos públicos de inversión federal tengan el uso que más aporte al desarrollo integral del país.

AMLO anunció el pasado 27 de julio que una de sus prioridades para el sector energético es la construcción de una nueva refinería en el puerto de Dos Bocas, y que ya se están elaborando los proyectos para que se inicien las obras el año próximo.

Celebro la intención de ampliar la capacidad de refinación del país, pero me parece una mala idea, que ocasionará costos innecesarios y desaprovechará oportunidades de integración industrial, la ubicación del proyecto en el puerto de Dos Bocas.

En esta nota explico mi opinión y solicito respetuosamente que la tomen en cuenta los responsables de elaborar el proyecto.  No debemos olvidar que el uso de recursos públicos de inversión federal supone una responsabilidad y requiere de un proceso técnico-administrativo para validar su viabilidad.  Es importante dar velocidad a la concreción de los proyectos, pero me parece más importante aún que primero se haga cabalmente su planeación y evaluación, a fin de que la ejecución sea más eficiente y se seleccione la mejor opción. 

Una refinería es una instalación industrial de gran escala que tiene una larga vida útil.  La de Minatitlán, por ejemplo, tiene más de cien años si tomamos como referencia el proyecto que hizo Pearson, o más de sesenta si consideramos el proyecto que ya hizo PEMEX.  La refinería de Salina Cruz, la última que se construyó en el país, data de finales de los setenta, por lo que tiene cuarenta años.  Y en ese horizonte temporal, hacia el futuro, es probable que las refinerías de nuestro país ya funcionen, por lo menos en parte, con crudo de importación.[1]  De ahí que las consideraciones logísticas, para recibir crudo nacional e importado, y para distribuir petrolíferos a las distintas regiones consumidoras del país cobran mayor importancia.

Por otro lado, y atendiendo a la necesidad de impulsar el desarrollo de las regiones del país a través del fomento a su especialización productiva y a la consolidación de clusters industriales, la nueva capacidad de refinación tendría que ubicarse en una zona donde ya existen infraestructura y servicios industriales básicos (energía eléctrica, agua, red de ductos, técnicos y profesionales experimentados, etc.).  Nada de esto hay en la actualidad en Dos Bocas para satisfacer los requerimientos del proyecto[2].  Sí existe, en cambio, en el corredor Minatitlán-Salina Cruz. A lo largo de la franja del Istmo de Tehuantepec se han desarrollado instalaciones de almacenamiento de crudo (domos salinos de Tuzandépetl), así como una red de ductos transístmica para el transporte de crudo, gas y petrolíferos entre ambas refinerías, y en conexión con sus puertos respectivos en Pajaritos (terminal marítima de PEMEX) y Salina Cruz (monoboyas y terminal marítima de PEMEX)[3]  Además, en otras partes del mundo, la concentración y la cercanía entre las plantas de refinación y las petroquímicas es un factor de competitividad, ya que propicia el aprovechamiento de los subproductos del proceso de refinación como insumos de la industria petroquímica, en un volumen suficiente y sin costos logísticos adicionales.

Una refinería en Dos Bocas atendería mercados que hoy se atienden desde Minatitlán:  la Península de Yucatán a través del puerto de Progreso, Tabasco y el norte de Chiapas por tierra.  Además, la producción de petrolíferos a partir de un procesamiento de 300 mil barriles diarios de crudo[4], será bastante mayor al consumo regional, por lo que se tendría que regresar un volumen significativo mediante un nuevo poliducto[5] de Dos Bocas a Minatitlán, para su distribución a través del sistema nacional de ductos.  Se requerirían inversiones adicionales para atender el mercado peninsular:  se tendrían que construir muelles y tanques de almacenamiento para los distintos productos (gasolinas, diesel, turbosina) en el puerto, hacer dragados adicionales en el canal de navegación y -muy probablemente- completar, por lo menos en parte, los rompeolas que se quedaron inconclusos desde principios de los ochenta en el siglo pasado.  Comparativamente, si la nueva capacidad de refinación se localiza total o parcialmente en Salina Cruz (200 a 300 mil barriles para ampliar la refinería ya existente, y hasta 100 mil barriles para ampliar la capacidad de Minatitlán), podría satisfacer el consumo del país en el litoral del Pacífico, incluyendo los estados completos de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Colima, Sinaloa, Sonora y la Península de Baja California, evitando las importaciones crecientes que ya se están realizando, así como el crecimiento futuro de la demanda en estas regiones.

Antes de formular un proyecto ejecutivo en un sitio predeterminado, es necesario elaborar con imparcialidad el análisis costo-beneficio (ACB) de todas las inversiones que se requieren, y otros factores necesarios -cuantificables o no-, y llevar a cabo el proceso de deliberación institucional que busca maximizar el impacto positivo de los proyectos -requisitos previstos en la Ley Federal de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria (artículo 34)-, para dejar atrás la socorrida práctica de llevar a cabo estos estudios y procesos sólo para respaldar decisiones tomadas previamente, con criterios exclusivamente políticos, por la autoridad en turno.

Sin duda, los criterios políticos están presentes en la orientación de las políticas, en la definición de objetivos de desarrollo, en el diseño de las estrategias sectoriales y regionales de todo gobierno.  Pero no puede ser el factor exclusivo en las decisiones de inversión.  En particular, la localización inicial de las nuevas refinerías en el Proyecto de Nación de AMLO (Dos Bocas, en Tabasco, y Atasta en Campeche), sugiere que hay de fondo un deseo de compensar a estas entidades federativas por casi cuarenta años de extracción de hidrocarburos que, además de indudables beneficios económicos, también tuvo impactos sociales y ambientales negativos.

El asunto aquí es si establecer una refinería en Dos Bocas es, por un lado, la mejor manera de compensar a la región, y si esa es la mejor manera de desarrollar el puerto; y por otro lado, desde la óptica de la industria petrolera, si ese es el mejor sitio para ampliar la capacidad de refinación que necesita el país, y promover una integración más eficiente de la industria de refinación con la petroquímica.

El mejor aprovechamiento del puerto de Dos Bocas (véase vínculo siguiente) tiene tres vertientes que no guardan relación con el establecimiento de una refinería:

·         Diversificación para atender la carga comercial de la región (exportaciones agroindustriales, pesqueras y forestales), así como la importación de productos diversos que consoliden la función de Villahermosa como centro de distribución en el sureste (y que hoy llegan por tierra desde la frontera norte).
·         Consolidación de la función de soporte al abastecimiento de la industria petrolera costa afuera actual y futura
·         Consolidación de la función de almacenamiento de crudo, nacional e importado, y de la elaboración de mezclas para mejoren la calidad del crudo que se envía al sistema nacional de refinación.



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El conocimiento de estos temas es producto de mi experiencia profesional en los últimos 25 años.  Participé en la elaboración de los dos primeros Programas Maestros de Desarrollo Portuario (PMDP) de Dos Bocas, y fui autor de dos programas de comercialización dentro de los PMDPs de Coatzacoalcos-Pajaritos, así como de dos análisis costo-beneficio de la terminal marítima petrolera de PEMEX en Salina Cruz.




[1] Esto, si no es que antes se decide importar crudo para hacer mezclas con el crudo pesado que se produce en el país, a fin de facilitar y hacer menos costosos los procesos de refinación interna.
[2] Una refinería como la que se plantea, para procesar 300 mil barriles diarios de crudo, podría requerir alrededor de 600 hectáreas que es el área que actualmente ocupa una refinería semejante (la de Salina Cruz).  El puerto de Dos Bocas tiene del orden de 150 hectáreas propiedad de PEMEX que están destinadas al uso portuario y logístico.  El resto del polígono que ocupa Dos Bocas (alrededor de 1,500 hectáreas) ya tiene un uso; parte es de la API, parte es una zona pantanosa rodeada por el Río Seco, y la mayor parte consiste en la terminal de abastecimiento y el área de almacenamiento de crudo de PEMEX.
[3] La terminal marítima de PEMEX en Salina Cruz está inconclusa.  Hay proyecto para concluirla.
[4] Entre 180 y 200 mil barriles diarios de petrolíferos (gasolinas, diesel y turbosina), al nivel promedio de conversión que registraron las refinerías del sistema nacional entre 2014 y 2017.
[5] Ya hay uno que lleva productos de Minatitlán a Villahermosa, para el consumo de la zona, pero que será insuficiente para regresar un volumen mayor de Dos Bocas a Minatitlán.

1 comentario:

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