El pasado 15 de septiembre concluyó la vigencia del “Acuerdo Marco” firmado en el 2007 por el gobierno del estado de Campeche y Petróleos Mexicanos. Varios elementos hacen que ahora sea un momento propicio para reflexionar sobre cómo debería ser el nuevo acuerdo: la indefinición sobre el papel que tocará desempeñar a Campeche en el panorama futuro de la producción petrolera costa afuera; la reforma de PEMEX de 2008, particularmente en lo que se refiere a desarrollo de proveedores nacionales; y el hecho de que hoy los protagonistas –el gobernador de Campeche y el director general de PEMEX- son distintos.
El acuerdo PEMEX-Campeche contenía siete ejes estratégicos de colaboración: (i) desarrollo de proyectos, (ii) desarrollo social, (iii) seguridad, (iv) protección ambiental y restauración ecológica, (v) fortalecimiento de la imagen pública, (vi) atención de reclamaciones y (vii) transparencia y rendición de cuentas.
La estructura del acuerdo era semejante a la que tenían los otros acuerdos firmados por PEMEX con los gobiernos de Tamaulipas, Veracruz y Tabasco. Pero en el caso de Campeche, se detalló el contenido del rubro de “desarrollo de proyectos” de la siguiente forma:
· Diseño y operación de una bolsa de trabajo que capte las necesidades de la industria petrolera y contribuya a orientar la formación y capacitación de los recursos humanos del estado
· Desarrollo de proveedores locales
· Formación de recursos humanos de alta calificación, en conjunto con los tres órdenes de gobierno, instituciones de educación superior y de investigación científica y desarrollo tecnológico, asociaciones profesionales, industrias de tecnología, e industrias de prestación de servicios especializados
· Obras de beneficio mutuo
· Consolidación de Cd. del Carmen y la Península de Atasta como centros de apoyo logístico, administrativo y de proveeduría de las operaciones de las instalaciones petroleras costa afuera.
Salvo las obras de beneficio mutuo –concentradas en el municipio de Carmen- que tienen un mecanismo de operación ya establecido desde hace años y se ocupan por lo general de obras urbanas de infraestructura hidráulica y vial, el avance en los otros temas, si acaso, fue apenas incipiente. Eran, de hecho, temas que ya estaban presentes desde el “Acuerdo Interinstitucional” del 2004, que Pemex propuso y que respondían a una visión moderna de la relación Pemex-Campeche: el de una empresa socialmente responsable que opera en una entidad federativa de donde obtiene más del 50% del valor de su producción total anual (en cuanto a petróleo y gas).
Y es que desde la óptica política tradicional, se ha considerado a Pemex como una fuente de recursos para obras sociales (casi como una Sedesol petrolera), y que el organismo tiene que proveer porque se trata del pago por los impactos que ha generado la industria petrolera en las comunidades locales: aumento poblacional, asentamientos irregulares, demanda de servicios urbanos, desplazamiento de otras actividades económicas, derrames accidentales, etc. Congruente con esta visión, el principal concepto de recursos que se ha negociado hasta ahora corresponde a los donativos en efectivo y donaciones en especie que otorga PEMEX dentro de un anexo de ejecución anual del Convenio de Desarrollo Social que suscriben los Ejecutivos federal y estatal.
Pero independientemente de esta concepción que ha dominado hasta ahora la relación bilateral, Campeche debe aprovechar cabalmente la presencia de Pemex contribuyendo a su desarrollo como empresa (la más grande de México): haciendo más eficiente el mercado laboral local y conectando los requerimientos de recursos humanos de la industria con el sistema educativo (bolsa de trabajo); desarrollando proveedores locales y el contenido nacional de las compras del organismo, conforme a lo que estipula la nueva Ley de Petróleos Mexicanos (incrementar el grado de contenido nacional en un mínimo de 25%); promoviendo la formación de una masa crítica de investigación y desarrollo tecnológico sobre la industria petrolera costa afuera, así como el ambiente institucional para estimular la innovación y el desarrollo de pequeñas y medianas empresas de base tecnológica; y finalmente, pero no por ello menos importante, consolidando a Cd. del Carmen como base logística, administrativa, de investigación científica y desarrollo tecnológico, y de proveeduría para la operación petrolera costa afuera en la Sonda de Campeche y en aguas profundas.
Sin duda, Pemex puede contribuir con recursos financieros y técnicos para instrumentar cada uno de estos rubros, pero el gobierno del estado tiene que aportar los planteamientos estratégicos iniciales.
Nadie puede proyectar a ciencia cierta cuándo se agotarán los hidrocarburos en la Sonda de Campeche, y menos aún en aguas profundas. Pero sí podemos planear qué hacer en ese lapso. Durante treinta años la operación de la industria costa afuera ha estado conectada superficialmente con las actividades económicas del estado y del municipio de Carmen. Los próximos veinte, treinta o más años de industria petrolera costa afuera hay que vivirlos de otro modo. Más vale tarde que nunca.
Lo que aprendamos a hacer en la cadena de valor de la producción de petróleo y gas en el mar tendrá un efecto positivo sobre otras actividades económicas y diversos municipios del estado. También será de utilidad para competir en el futuro en otros mercados petroleros costa afuera. Sí debemos pugnar por la diversificación económica del municipio de Carmen y del estado, pero sería insensato dejar pasar cualquier oportunidad de agregar valor aquí a la actividad de extracción de hidrocarburos.
Esto es crucial no sólo por razones estructurales de largo plazo, sino porque determinará en gran medida el comportamiento de los ingresos fiscales de Campeche en el corto plazo.
En la revista Nexos de octubre 2009, Adrián Lajous –exdirector general de Pemex- concluye un artículo que tituló “El ocaso de Cantarell” de la siguiente manera: “El oro negro de Cantarell resultó en un oro falso: no fue posible transformarlo en riqueza reproducible”. Aunque este corolario, casi epitafio, se refiere a que el gobierno federal se comió durante treinta años la renta petrolera generada por este campo super-gigante, el más grande costa afuera del mundo, en vez de capitalizar esta riqueza no renovable, cabe traerlo a colación porque también es aplicable a nuestra realidad local.
Pero el binomio estado de Campeche/municipio de Carmen todavía tiene esperanza, si logra aprender rápidamente de la experiencia de Stavanger/Rogaland (Noruega) y de Aberdeen/Escocia (Reino Unido); y empieza por reconocer que Cd. del Carmen ha sido durante treinta años la capital mexicana de la industria petrolera costa afuera, y tiene más que cualquier puerto del Golfo de México las condiciones para desempeñar un papel protagónico en el futuro desarrollo petrolero de aguas profundas.
Finalmente, la distancia marítima entre el puerto y el campo petrolero no es un factor determinante, como lo demuestra el hecho de que Stavanger tenía a Ekofisk, su principal zona de producción, a más de 320 kilómetros de distancia.
Hay obstáculos y nubarrones en el horizonte, pero con unidad e inteligencia es posible obtener resultados trascendentes para todos los habitantes de Campeche.
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